“El catamarán autónomo es un proyecto que estamos desarrollando hace dos años entre la Universidad de San Andrés y Nordelta, en el marco de areabeta, para mostrar el potencial de la inteligencia artificial aplicado al mundo real”, describe Roberto Bunge, director de la carrera de ingeniería en IA de UdeSA.
En Argentina abunda la cantidad de costas y espejos de agua, por lo que este tipo de proyectos de barcos autónomos tiene un gran potencial. En el caso de Nordelta, que tiene más de 340 hectáreas de lagos, la propuesta adquiere una dimensión relevante. Como parte de areabeta, en Nordelta Centro, el proyecto busca colaborar con el medio ambiente y la seguridad de la Ciudad, dos de los pilares para todos los vecinos.
El catamarán tiene el tamaño de un auto chico, y está diseñado para operar las 24 horas. Usa sensores como GPS, y dispone de cámaras para saber dónde está, hacia dónde va, y qué hay a su alrededor. La inteligencia artificial le permite, de acuerdo a la marcha, tomar decisiones. No solo registrar otras embarcaciones, sino además decidir tomar otra dirección para no chocarlas, por ejemplo, sin depender de una persona.
Aplicabilidad en tiempo real
“Un robot que pueda navegar de manera autónoma nos otorga una eficiencia operativa. El catamarán puede sumar un control ambiental ya que puede colaborar, por ejemplo, con la medición de la calidad de agua en los lagos”, agrega Bunge. Del mismo modo, con el monitoreo de los espejos de agua, el robot podría contribuir a la seguridad de los vecinos.
El académico revela que la visión a largo plazo es generar este tipo de proyectos autónomos, y mostrar la aplicación real en el espacio urbano de Nordelta. La misión es poder unir el mundo académico con el mundo real aplicado, una de las bases de areabeta, el polo de innovación que, desde Nordelta Centro, apuesta a un ecosistema colaborativo, donde el conocimiento y la producción se integran para generar nuevas carreras universitarias, emprendimientos y soluciones que respondan a las necesidades de las personas, las ciudades y las demandas laborales del futuro.
Además, el primer catamarán no tripulado del país puede detectar obstáculos, planear su ruta y tomar decisiones en tiempo real. Funciona con energía solar, por lo que tiene paneles en su cubierta que cargan sus baterías mientras navega. La embarcación es autónoma, pero también está la posibilidad de realizar su manejo por control remoto, funcionalidad que resulta fundamental en la etapa de testeos.
“El prototipo ya está. El próximo paso es llevarlo a un nivel operativo, es decir, sumar los sensores en las aguas para el monitoreo químico, y los sensores y cámaras para monitoreos de seguridad. En un año podríamos tener varios de estos robots operando en el lago con estas funcionalidades activas. La apuesta es la operacionalización y escalar el proyecto con inversiones”, concluye Bunge.
