Elena (Елена) y Pablo (Павел) tienen ambos alrededor de 30 años y son padres de Eseniia (Есения), de apenas 2. Vinieron de Rusia en marzo del 2023, y luego de un breve paso por la ciudad de Buenos Aires, eligieron vivir en Nordelta. Son vecinos de Sendero y aseguran que es un lugar “algo especial” para vivir.
“Hay un motivo por el que decidimos quedarnos acá. Suena muy determinante, pero realmente es así -explica Elena-. Una vez volvía a casa más tarde de lo habitual, tomé un taxi y Eseniia estaba fastidiosa y no paraba de llorar. Tratábamos de calmarla, pero nada daba resultado. Entonces el taxista empezó a cantar y ella se empezó a dormir. Fue inusual porque no nos preguntó nada, y dio resultado”.
El gesto del taxista cantando “Duerme negrito” de Mercedes Sosa fue un buen augurio para esta pareja. Elena contó esa historia en su blog y muchos rusos alrededor del mundo (como ellos) se sorprendían del costado humano de la anécdota.
“Nos quedamos acá por la gente. No tanto por la economía -dispara Elena con una sonrisa cómplice sobre las variaciones de la situación local-. Cuando fui al hospital a tener a mi bebé, cuando hago trámites o voy al supermercado, siento que las personas me contienen y son fantásticas con nosotros”.
Un destino en paz
Argentina tiene en su historia diversas corrientes inmigratorias y de algún modo el mote de “país acogedor” tiene un sentido validado entre los extranjeros que eligen el país para vivir.
“Mucha gente se fue de Rusia por la guerra. Algunos se van a países asiáticos. Nosotros llegamos acá porque queríamos algo distinto. La oportunidad de vivir aquí y ser legal es muy importante. Argentina es un país que recibe muy bien a los inmigrantes. Pudimos elegir que nuestra hija sea rusa y también ciudadana argentina. En Rusia no hubiese sido posible”, explica Pablo en tono reflexivo. Para hacerse entender, mezclan el español con el inglés.
“Antes de Sendero, vivimos en Portezuelo. No conocíamos nada del lugar, y realmente nos cautivó Nordelta. Nos gusta mucho la tranquilidad y lo verde. Es curioso que acá nos encontramos con otras 100 personas oriundas de Rusia. Eso nos sorprendió e hicimos amigos nuevos”, cuenta Elena sobre la comunidad que se va formando en Nordelta.
El nombre Eseniia tiene un origen eslavo que significa “primaveral”. Algo de la imagen a la que remite su nombre se percibe en el aire, en el canto de las cotorras, y en las corridas de la niña al arenero del Club Nordelta, frente al café, lugar donde se hizo la entrevista.
“Es algo experimental para nosotros. Vinimos por diferentes razones. Primero, fue un sueño vivir en otro país. Estudiar en un lugar extraño. Somos de la región de los Montes Urales, en el centro de nuestro país, en la frontera entre la parte europea de Rusia y la región rusa de Siberia -puntualiza Pablo-. Se podría decir que escapamos de la guerra y vivimos una vida armoniosa”.
Sus horas en el Club Nordelta
Elena está dedicada completamente a la maternidad. Dice que su hija es “demandante”. En su tiempo libre va al Club Nordelta a practicar remo y yoga. “Me sorprende ver gente adulta haciendo yoga y cuidando su cuerpo y su mente. Eso es estar llenos de vida y no es muy común en Rusia. Allá cuando se jubilan solo se quedan en la casa viendo televisión”, señala.
Pavel es profesor de ajedrez y trabaja online con estudiantes rusos alrededor del mundo. Por lo general, rusos que viven en Canadá, Estados Unidos y Australia. También da clases a estudiantes rusos que viven en Nordelta.
“En los pocos momentos libres, me gusta caminar por Nordelta y venir al Club. Hay muchas familias jóvenes y muchos chicos. Eso nos gusta para nuestra hija porque puede jugar con otros niños. También nos acostumbramos a dormir la siesta (risas) y a comer facturas y helado en cualquier momento. En Rusia solo hay en invierno”, concluye Elena.