Lourdes Molina tiene 19 años, vive en Las Tunas, y está estudiando Administración y Negocios en la Universidad de San Isidro (USI). Fue becada por la Fundación María de Guadalupe. Y es uno de los casos de jóvenes que contaron con el apoyo del Programa de Responsabilidad Social de la Comunidad (RSC) de AVN.
“Desde los 6 años que voy al Colegio María de Guadalupe, me sentí muy bien y conocí gente muy buena que me acompañó en la primaria y secundaria. Algo que caracteriza a la Fundación son sus valores. Se nota que aman lo que hacen. El otro día fui a la entrega de diplomas de primaria que se recibió mi hermana y una señora explicaba lo feliz y agradecida que estaba con la institución. Me sentí muy identificada con sus palabras”, explica la estudiante sobre su vínculo con la Fundación María de Guadalupe.
Al egresar del colegio, participó de los programas de empleabilidad que financia el Programa de Responsabilidad Social de la Comunidad de AVN, que apoya a jóvenes de familias con necesidades en barrios cercanos a Nordelta.
Lourdes vive en un hogar monoparental, con su mamá y sus dos hermanos menores de 11 y 10 años. “Mi mamá trabaja en un comedor y es el sustento con el que vivimos. Mi objetivo siempre fue estudiar, graduarme y cambiar el futuro mío y el de mi familia. Me cueste lo que me cueste, lo voy a hacer”, asegura la joven con mucho orgullo.
La vida universitaria y el futuro
“Jamás me imaginé estudiar en una universidad privada porque no estaba al alcance de mi familia. Gracias a la Fundación apliqué y obtuve una beca que me permitió acceder a estudiar -dice Molina sobre su comienzo en la vida universitaria-. Al enterarme de que había obtenido la beca me puse muy feliz. Siento que estoy desarrollando mi potencial. Si bien el primer año fue un desafío, amo lo que hago. Además, tengo muy buen vínculo con mis compañeros y el ambiente de la USI es muy bueno”.
La estudiante resalta la dificultad en la adaptación a la vida universitaria, sobre todo en dos sentidos: en primer lugar, la distancia desde su hogar a la USI en pleno San Isidro, lo que le lleva dos horas de colectivo; y también lo difícil de tener un espacio para estudiar en su hogar, que pudo subsanarlo revisitando el Colegio María de Guadalupe y usando las instalaciones de la universidad.
Un acompañamiento importante
La Fundación María de Guadalupe acompaña las trayectorias educativas de los jóvenes que acceden a la educación primaria y secundaria. En el Colegio, los padres pagan una cuota, el estado provincial aporta los salarios docentes, y las donaciones privadas -como la de la Asociación Vecinal Nordelta- completan el presupuesto de la institución.
En la experiencia de Lourdes, además aparece en primer plano una contención humana muy relevante. “Nunca me voy a olvidar que cuando tenía 13 años y estaba muy mal emocionalmente, terminé internada en el hospital, y cuando pude contar los abusos que sufrí de chica, mis maestras fueron a visitarme y se interesaron por mí. Eso siempre lo voy a recordar. Mi vínculo con el colegio es enorme, y no me va a alcanzar la vida para agradecerles todo lo que me brindaron. Son mi segunda familia y siento un amor muy grande por ellos”, dice la joven con emoción.
Tener un lugar de contención resulta vital para procesos como el de Lourdes Molina. Las dificultades y vivencias traumáticas fueron acompañadas con el apoyo escolar y humano del colegio y la fundación. También resultó importante el programa de mentorías, ya que su tutor siguió de cerca su proceso y alentó su continuidad en la formación académica.
La Fundación María de Guadalupe es una de las instituciones que canaliza los planes de capacitación para jóvenes egresados de la secundaria de zonas vulnerables cercanas a Nordelta. Entre 2022 y 2024, más de 300 jóvenes participaron de los planes de capacitación del Programa de Responsabilidad Social de la Comunidad de AVN. Además de la Fundación María de Guadalupe, participan las fundaciones Nordelta, Forge y Empujar.